Thursday, December 11, 2014

Celso

Ellos están ganando; y es increíble que no nos haya caído el veinte. "Caído el veinte," vaya expresión tan estúpida del tiempo cuando había teléfonos y uno les metía por una ranura un pedazo redondo de metal gravado para que abrieran la línea al universo —uno minúsculo— conectado con cables de cobre instalados estóicamente abajo de la tierra por hombres que no sabían cuánta libertad tenían; otros de esos cables van volando colgados sobre postes de madera o de concreto. Todo el concreto del mundo quizás quede después de nosotros. Quizás un poco de él asome entre la vegetación y el antaño olor a muerto, que entonces estará abonando a la belleza de una Nueva Ciudad de México, la cuál, en un mapa, será un punto alucinante de verde y gris con negro.

Pero hoy está claro. Ellos controlan el tiempo. La aniquilación total quizás es la única salida honorable que nos queda: que nos agarremos de su corbata café antes de que nos dejen caer, y así se vengan con nosotros al fondo ultra veloz del acantilado.

Mi nombre es Celso. Creo que estoy volviéndome loco, o su equivalente en cerebros como el mío que se mantienen con ciertas dosis de nanomáquinas auto-aniquilables.