Thursday, December 11, 2014

Celso

Ellos están ganando; y es increíble que no nos haya caído el veinte. "Caído el veinte," vaya expresión tan estúpida del tiempo cuando había teléfonos y uno les metía por una ranura un pedazo redondo de metal gravado para que abrieran la línea al universo —uno minúsculo— conectado con cables de cobre instalados estóicamente abajo de la tierra por hombres que no sabían cuánta libertad tenían; otros de esos cables van volando colgados sobre postes de madera o de concreto. Todo el concreto del mundo quizás quede después de nosotros. Quizás un poco de él asome entre la vegetación y el antaño olor a muerto, que entonces estará abonando a la belleza de una Nueva Ciudad de México, la cuál, en un mapa, será un punto alucinante de verde y gris con negro.

Pero hoy está claro. Ellos controlan el tiempo. La aniquilación total quizás es la única salida honorable que nos queda: que nos agarremos de su corbata café antes de que nos dejen caer, y así se vengan con nosotros al fondo ultra veloz del acantilado.

Mi nombre es Celso. Creo que estoy volviéndome loco, o su equivalente en cerebros como el mío que se mantienen con ciertas dosis de nanomáquinas auto-aniquilables.




Saturday, November 22, 2014

La triste balada de miguel donali (precursor)

La taza de café y la pipa sobre la mesa. El sonido alienígena vibrando el aire.

El turno de trabajo agotador como pocos. La cotidianidad brutal de la realidad capitalista, pero con algunos robots, y algunos focos allá afuera.


Debo dinero. Mucho, y a las mejores personas. Soy miguel el deudor. Y me importa poco lo que piensen. Tengo necesidades, y amistades. Aquí estoy, buscando el sentido en esta sopa estúpida, vendiendo las nalgas para poder pagar el aceite que necesito para circular.


No se confundan. Soy totalmente humano, de carne y hueso. Solo tengo un metal atravesado en la quijada: un tornillo que sostiene un diente postizo. Soy una máquina con nanotecnología bienvenida en  múltiples órganos, en especial un brazo semi podrido por uno que otro descuido. Es la vida. Estoy en renta. Tengo mucho trabajo.


**

Las horas pasan. Puedo encontrar lo que buscaba y ahora lo traigo en una caja de contención crónica.

No puedo esperar y regreso al departamento para tomar un medicamento que ajuste la descompensación. Caballero de oxidada armadura. Voy a recoger a mi chica. Es mi colega de trabajo en realidad.

Pienso frases como "rotundo refresco" y no sé que hacer, ni que significan. Quedan pocos días. o muchos. Demasiados más bien.

La pesadez de los planes, de la libertad misma, en el temporal de los sentimientos, de los cariños, del pasado.

Saturday, November 8, 2014

El partido de la gente.

"Elecciones cada dos años. ¿Te imaginas como será eso?" decía mi padre muy preocupado. Él no entendía. Para él había sido distinto. A ellos los engañaron mil veces y lo hacían cada 4, 6, 10 años. Esto será distinto. Tendríamos suficiente tiempo para evaluar, y ellos no tendrían suficiente tiempo para afianzar poder.

Pasan los meses y finalmente se instaura la medida en medio de protestas y quejas multitudinarias en las calles. El administrador tendrá sólo dos años en el puesto para probar que puede proponer y hacer algo; que no es un pelele del sistema.

Vienen después los ataques absurdos de los grupos militares que, a estas alturas, están todos financiados con dinero público, y en mayor medida privado. Después de la violencia desmedida, incompresible en su complejidad, se aplacan las cosas y los pocos civiles que quedan prefieren guardarse en casa. No vale la pena morir, mientras se tiene este placebo parecido a la vida.

Cientos fuimos convencidos por los argumentos ejemplares de fe y energía. Yo entré al partido lleno de sueños. Cuando me enteré de la muerte de mi padre y la brutal violación de mi madre, levanté la mano furioso en las asambleas, mandé cientos de mensajes por la mega red. Cuando empezó a voltear la gente me invitaron a una sala a platicar con el representante de mi distrito. Me llenaron de esa droga nueva que está volviendo loca a la gente. Algunos dicen que nos están contaminando con máquinas minúsculas que toman el control de tu cuerpo, e incluso de tus ideas. El dolor creció hasta convertirse en una cotidianidad exótica, atractiva incluso, y el miedo se apoderó de mí. Me sentía fuerte, pero sin palabras.

Los extremos parecen tocarse porque en medio solo hay una nata de miedo, inercia y fe ciega.


Otro día te cuento más. Cambio y fuera.

Tuesday, November 4, 2014

El Huevo - Parte 1

No puedo creerlo cuando veo mi reflejo. Las gotas de sangre en el suelo vienen de mí. De mis nalgas que al voltear mi cabeza como la niña del exorcista, puedo ver en el espejo completamente barnizadas de sangre. La sábana está empapada; grumos, charcos de varios niveles de coagulación. Un desastre.

Esto me pasa por tomar tanto Glorurbs. Ahora tengo que preguntar sobre mi propio pasado lo cuál es, de algún modo, darle el control de mi destino a alguien más.

Pero no pasa nada de eso. Estoy listo para hurgar en mi mente mientras aprieto los dientes, aquí sentado tratando de explicarme qué pasó ¿De dónde ha salido esta sangre chiclosa?

Sin el más mínimo instinto policial, me meto a bañar y me hipnotizo viendo la sustancia viscosa  mezclarse con el agua y correr piernas abajo hasta la coladera. Me meto un poco los dedos entre las nalgas para ver si el flujo ha parado. Siempre he pensado que es raro lavarse agujeros en el cuerpo. Haces una cazuela con la mano y luego un movimiento de arriba abajo. Un chapoteo contenido.

Salgo del baño.

Estoy tan asustado que veo tintes púrpuras en el líquido. Me dan ganas, pero no me atrevo a lamerlo. Recojo las sábanas. Las echo a lavar. No quiero saber más de este asunto.


Han pasado dos días.

Estoy frente a un closet lleno de armas viejas colgadas de la pared, algunas cajas de municiones, uno que otro cartucho de energía, algunos "tubitos" como le llamo yo a esta arma para aturdir ladrones que tiene forma de tampón, sólo que es toda de vidrio negro, muy bonito, a excepción de la punta que tiene una pequeña ranura infraroja. Este aparato se apunta a los ojos de una persona (abiertos o cerrados) y si se logra sostener un segundo, la persona cae desmayada, babeando. Es un invento útil sólo en situaciones muy específicas. Me lo apunto directo al ojo, oprimo el botón. Caigo.

Le he dicho en mi mente mil veces que me encantan las medias negras apretando sus muslos. Me imagino sus pies y me dan ganas de lamerlos. Estoy pensando en ella, estoy en la tina y bebo chorros de Glorurbs de una mamila. De pronto me invade el terror. Es una extraña sensación en el vientre y creo que tiene que ver con la sangre que empieza a salir por debajo de mí. La sangre de nuevo. Pero además hay algo extraño. Me duele. Me empieza a doler más y más. Un objeto grisaceo se alcanza a distinguir desde las alturas infames donde me encuentro, viendo el agua de la tina como un océano y mi miembro ahí, mis manos moviéndolo hacia un lado para poder ver más de lo que, ahora me doy cuenta lleno de pánico, me está saliendo. Está saliendo de mí. Es un huevo. Es de metal. Algo está muy mal. Tiene que ver con lo que me dijeron en la fiesta de anoche. ¿O fue hace dos noches? Alguien me metió esto, o deben haber sido esas máquinas. Pero Alfredo me dijo que esas no existían todavía en México porque no había nadie con dinero para comprarlas. "Claro que lo hay" pienso yo. Yo mismo quizás podría robar un banco y sacar del dinero y pedir uno de esos estúpidos tatuajes, o mejor aún, pedir que jugaran la peor broma de mi vida: esto. Meterme un huevo metálico por el ano. Hacer que las máquinas lo crearan dentro de mí. Qué dolor. Qué absurdo. Debe haber otra respuesta.





Wednesday, October 22, 2014

El nanotatuaje

Ella tenía en su brazo moreno tostado un hermoso diseño. Era un tatuaje del futuro. Las nanomáquinas devoraban parte del tejido continuamente y regeneraban las células a los límites del diseño haciendo una barrera, un trazo microscópico. También mantenían vivas y limpias las heridas en todas las capas; los músculos e incluso los huesos al descubierto se veían prístinos, y brillaban pornográficamente a la luz del sol. La sangre que debía llegar a las manos y al resto del brazo fluía quizás por otros lados. Eso nunca lo entendí bien. El caso es que uno vivía perfectamente bien con un exótico diseño tribal, o de arte semi-arquitectónico tipo M.C. Escher, hecho todo con las propias partes de una sección del cuerpo. Un coctel de mutilación dinámica y analgésicos. Esa era parte de la clave. Y es donde yo a veces me preguntaba ¿qué haría un cuerpo que no sabe que está pasando por tanto dolor? Algo debe quedar en la memoria de la piel. Más allá de los nervios y los sentidos. Pero esto es algo que no se pregunta. 

Mi abuelo me contaba de los sencillos agujeros que tenía en las partes blandas de su cuerpo y de cómo gente estúpida le preguntaba si le había dolido, sólo para hacer conversación. "¿Dónde quedó el dolor?" me sigo preguntando

No se puede tener belleza sin un poco de aquello.

Saturday, September 13, 2014

sueños de lluvia y prisión

Me encantaría que estuviera lloviendo afuera. Pero no. Sólo hay el frío seco de la noche y las estrellas fijas. Estoy esperando el siguiente transporte y deseo luces a toda velocidad, o gotas de lluvia, o algo que parezca fractales en movimiento. Música, y ruido de metales que chocan y sufren la inclemencia de todas las fuerzas, y  más velocidad. No hay nada de eso para mí aquí. Esta extraña celda humanitaria que huele a azufre. Parece que estoy ahogándome adentro de un huevo cocido. Qué pesadilla en verdad.


Hay mucho que decir. Hay que hablar del abandono y de las medidas absurdas de los gobiernos, de las guerras que nos declaran los policías quienes escupen mientras nos gritan lo estúpidos que somos y nos llaman, paradójicamente, "perros rabiosos."

Los coches no vuelan. En realidad no hay con qué hacerlos volar. Escasean los insumos básicos. Hay enormes filas para todo. Ya nadie cree el cuento de los comunistas malvados, ya nadie tiene tiempo de pensar ni cuestionar.

El tiempo está parado. No hay movimiento. Estamos infectados.

Me voy a escapar. Esta noche voy a empujar el reloj.

Tuesday, September 2, 2014

La triste balada de miguel donali (precursor)

La taza de café y la pipa sobre la mesa. El sonido alienígena vibrando el aire.

El turno de trabajo agotador como pocos. La cotidianidad brutal de la realidad capitalista, pero con algunos robots, y algunos focos allá afuera.


Debo dinero. Mucho, y a las mejores personas. Soy miguel el deudor. Y me importa poco lo que piensen. Tengo necesidades, y amistades. Aquí estoy, buscando el sentido en esta sopa estúpida, vendiendo las nalgas para poder pagar el aceite que necesito para circular.


No se confundan. Soy totalmente humano, de carne y hueso. Solo tengo un metal atravesado en la quijada: un tornillo que sostiene un diente postizo. Soy una máquina con nanotecnología bienvenida en  múltiples órganos, en especial un brazo semi podrido por uno que otro descuido. Es la vida. Estoy en renta. Tengo mucho trabajo.


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Las horas pasan. Puedo encontrar lo que buscaba y ahora lo traigo en una caja de contención crónica.

No puedo esperar y regreso al departamento para tomar un medicamento que ajuste la descompensación. Caballero de oxidada armadura. Voy a recoger a mi chica. Es mi colega de trabajo en realidad.

Pienso frases como "rotundo refresco" y no sé que hacer, ni que significan. Quedan pocos días. o muchos. Demasiados más bien.

La pesades de los planes, de la libertad misma, en el temporal de los sentimientos, de los cariños, del pasado.











Sunday, June 15, 2014

el gran molino de café

Leí un volante: "Sociedades de control. Prohibido pegar calcomanías en postes o paredes, o serán arrancados y éstas destruidas."

Pegué una calcomanía al reverso de un poste que indicaba un paso para silla de ruedas en una banqueta y a los pocos meses había desaparecido la señalización con todo y poste.  Quizás se trataba de un coleccionista que quería tener estas piezas que algún día se volverán algo importante, o quizás no. Esa es su apuesta. En último caso, como sea, se puede vender el fierro viejo por una buena cantidad.

**

Llego a la casa. Aviento la mochila sobre la silla masajeadora y cuelgo las llaves en el perchero. Les compré a estas llaves un aro enorme en la tlapalería justo para poder colgarlas en este perchero de madera que compré en una tienda de cosas usadas.

Los objetos y sus significados perseguidos. Cosas que tienen historias. Casi es ese el único uso que tienen las cosas, este molino desvencijado, pesadísimo, quizás no se llegue a usar para hacer café nunca.

Wednesday, February 26, 2014

Vecinos de ensueño



Los vecinos hablan de mí. De algún modo me conocen y se han dado cuenta que yo soy yo. Hay alguien gordo que he visto salir de ahí, y a veces fumar sus cigarros asquerosos de tabaco en el balcón.

En el grupo que frecuenta el departamento, hay alguien del pasado. Alguien con una risotada diabólica. Una mujer.

Hago algunas grabaciones. Escucho con cuidado. Finalmente la gente tiene sus conversaciones y las posibilidades de que lo que dicen se relacione con uno dan un resultado indeseable: la locura. El mundo es chico, y la mente necesita reducirlo aún más para no perder el control. Ese es el doble filo de nuestra psique. A veces nos abre el mundo, y bien; y otras veces parece una presa resquebrajándose, a punto de venirse toda el agua del mundo, con su fuerza confundidora, revolvedora de arenas y algas.

De modo que ya entrada la noche, ya cuando todos se escuchan dormidos excepto dos que están borrachos al final de la fiesta, me acerco al balcón y me asomo como nunca lo hago, de manera intrusiva, cruzando la frontera sagrada, el cristal templado y pulido que divide lo que sería de otro modo un largo balcón, en dos: el del gordo, Ricardo y el mío.

Lo hago: cruzo al otro lado y encuentro abierta la puerta corrediza del balcón, entro al departamento lleno de nerviosismo y pánico. En el cuarto no hay nadie más que un par de personas dormidas. Aquellos -los otros dos- deben estar en la sala. No escucho ya risas, ni murmullos. Veo sombras, pero casi todo es silencio. Quizás significa un beso, o algo más. Escucho mi respiración. Atravieso el cuarto y me paro al borde de la puerta.

"Hola..." digo pensando que estoy volviéndome loco, y que todo es un sueño. La música super suave finalmente aparece, aunque sé que llevaba ahí todo este tiempo. Es algún jazz que conozco.

Ella, Claudia, la pelirroja del pasado deja ir un grito femenino, agudo, muy corto.

"Ay, Luis me asustaste."

"¿Quién es este güey?" pregunta su compañero de intimidad al no reconocer mi figura.

Yo doy unos pasos y dejo atrás el pasillo que une los cuartos con el baño y me acerco a la luz que proviene del foco del comedor. Estoy a unos metros de la sala donde ellos están con la luz más suave de una lampara hecha por un artista, seguro amigo de alguien que vive aquí.

"No es... ¿Eres Pablo? ¿De la universidad?" - Claudia me recuerda mientras yo los observo con toda la suspicacia del mundo.

"¿De qué estaban hablando hace rato?"

Ellos no responden. Se ven entre sí.


Nos podríamos haber sentado a hablar sobre las bondades y desaciertos de una reforma estructural, o disertado sobre las nuevas tribus urbanas que había que discriminar, las etiquetas amarillas en forma de estrella que estaban destinadas a la cámara de gas. Pobres hipsters, pobres Emos, bueno, hasta pobres Jocks y Frat Boys, como sea que les llamen en México, porque el chiste es hablar de algo cuando se mete un tipo por tu balcón. Pero ¿De qué?


¿Por qué ella no está sorprendida? Y mejor pregunta es ¿Qué tan rápido está pasando el tiempo en este momento?

"Puede ser que en este sueño tenga una pistola" les explico y ellos se voltean de risa. La tensión que ellos liberan parece apoderarse de mí, y saco de mi bolsa la pistola que tenía en mi sueño.

Entonces despierto en mi cama y salgo al balcón. Es de día. La lluvia de anoche sigue ahí. Esto sí pasó. Vayan a ver. Toquen al departamento de junto. Les va a abrir un flaco llamado Ricardo y si le preguntan por la historia, les dirá que estoy loco, y que no me hagan caso.








Monday, February 10, 2014

el ojo en la puerta


Quizás todo tiene que ver con el paso del tiempo, el color de la luz, el tipo de intensidad radioactiva con la que el sol nos quema la piel. El paliacate rojo que te pones para cubrirte del sol. Yo, con mi estúpido humor, viendo al horizonte por la ventana, cansado de algo que me sigue resultando elusivo.

Tengo varias cosas que hacer, pero entro aquí a resanar mi ego con estos nombres, estas casas o conceptos virtuales.

Quisiera sacarlo todo, y que eventualmente existiera una historia con un orden. Quisiera hacerlo rápido. Es importante que lo escupa todo para que se cristalicen las ideas, para que al final sea solo cosa de buscar, copiar y pegar. De modo que apenas han pasado un par de meses. Entrado el cuarto mes estaré de vuelta en la tierra de las palmeras. No me quiero quedar mucho tiempo. Necesito un descanso, y solo aquí --donde más bien no hay palmeras, sino polvo y gente-- lo puedo conseguir sin venderle más mi alma al diablo. Eso creo.

Al mismo tiempo tengo ese estúpido miedo latente. Creo que es un pretexto para aplazarlo todo. Tengo que concentrarme y dejar de describir el presente sencillamente como lo estoy haciendo ahora. Tengo que sistematizar y complejizar el proceso creativo.

Bueno, pero de cualquier modo, recuperar un espacio, aunque sea virtual, tiene un significado positivo para mi psique.

También me gustaría poder concretar un texto, llegar quizás no a un final, pero más lejos que todos los párrafos anteriores que sólo hablan de qué nervioso estoy y qué poco puedo escribir.