Wednesday, February 26, 2014

Vecinos de ensueño



Los vecinos hablan de mí. De algún modo me conocen y se han dado cuenta que yo soy yo. Hay alguien gordo que he visto salir de ahí, y a veces fumar sus cigarros asquerosos de tabaco en el balcón.

En el grupo que frecuenta el departamento, hay alguien del pasado. Alguien con una risotada diabólica. Una mujer.

Hago algunas grabaciones. Escucho con cuidado. Finalmente la gente tiene sus conversaciones y las posibilidades de que lo que dicen se relacione con uno dan un resultado indeseable: la locura. El mundo es chico, y la mente necesita reducirlo aún más para no perder el control. Ese es el doble filo de nuestra psique. A veces nos abre el mundo, y bien; y otras veces parece una presa resquebrajándose, a punto de venirse toda el agua del mundo, con su fuerza confundidora, revolvedora de arenas y algas.

De modo que ya entrada la noche, ya cuando todos se escuchan dormidos excepto dos que están borrachos al final de la fiesta, me acerco al balcón y me asomo como nunca lo hago, de manera intrusiva, cruzando la frontera sagrada, el cristal templado y pulido que divide lo que sería de otro modo un largo balcón, en dos: el del gordo, Ricardo y el mío.

Lo hago: cruzo al otro lado y encuentro abierta la puerta corrediza del balcón, entro al departamento lleno de nerviosismo y pánico. En el cuarto no hay nadie más que un par de personas dormidas. Aquellos -los otros dos- deben estar en la sala. No escucho ya risas, ni murmullos. Veo sombras, pero casi todo es silencio. Quizás significa un beso, o algo más. Escucho mi respiración. Atravieso el cuarto y me paro al borde de la puerta.

"Hola..." digo pensando que estoy volviéndome loco, y que todo es un sueño. La música super suave finalmente aparece, aunque sé que llevaba ahí todo este tiempo. Es algún jazz que conozco.

Ella, Claudia, la pelirroja del pasado deja ir un grito femenino, agudo, muy corto.

"Ay, Luis me asustaste."

"¿Quién es este güey?" pregunta su compañero de intimidad al no reconocer mi figura.

Yo doy unos pasos y dejo atrás el pasillo que une los cuartos con el baño y me acerco a la luz que proviene del foco del comedor. Estoy a unos metros de la sala donde ellos están con la luz más suave de una lampara hecha por un artista, seguro amigo de alguien que vive aquí.

"No es... ¿Eres Pablo? ¿De la universidad?" - Claudia me recuerda mientras yo los observo con toda la suspicacia del mundo.

"¿De qué estaban hablando hace rato?"

Ellos no responden. Se ven entre sí.


Nos podríamos haber sentado a hablar sobre las bondades y desaciertos de una reforma estructural, o disertado sobre las nuevas tribus urbanas que había que discriminar, las etiquetas amarillas en forma de estrella que estaban destinadas a la cámara de gas. Pobres hipsters, pobres Emos, bueno, hasta pobres Jocks y Frat Boys, como sea que les llamen en México, porque el chiste es hablar de algo cuando se mete un tipo por tu balcón. Pero ¿De qué?


¿Por qué ella no está sorprendida? Y mejor pregunta es ¿Qué tan rápido está pasando el tiempo en este momento?

"Puede ser que en este sueño tenga una pistola" les explico y ellos se voltean de risa. La tensión que ellos liberan parece apoderarse de mí, y saco de mi bolsa la pistola que tenía en mi sueño.

Entonces despierto en mi cama y salgo al balcón. Es de día. La lluvia de anoche sigue ahí. Esto sí pasó. Vayan a ver. Toquen al departamento de junto. Les va a abrir un flaco llamado Ricardo y si le preguntan por la historia, les dirá que estoy loco, y que no me hagan caso.








Monday, February 10, 2014

el ojo en la puerta


Quizás todo tiene que ver con el paso del tiempo, el color de la luz, el tipo de intensidad radioactiva con la que el sol nos quema la piel. El paliacate rojo que te pones para cubrirte del sol. Yo, con mi estúpido humor, viendo al horizonte por la ventana, cansado de algo que me sigue resultando elusivo.

Tengo varias cosas que hacer, pero entro aquí a resanar mi ego con estos nombres, estas casas o conceptos virtuales.

Quisiera sacarlo todo, y que eventualmente existiera una historia con un orden. Quisiera hacerlo rápido. Es importante que lo escupa todo para que se cristalicen las ideas, para que al final sea solo cosa de buscar, copiar y pegar. De modo que apenas han pasado un par de meses. Entrado el cuarto mes estaré de vuelta en la tierra de las palmeras. No me quiero quedar mucho tiempo. Necesito un descanso, y solo aquí --donde más bien no hay palmeras, sino polvo y gente-- lo puedo conseguir sin venderle más mi alma al diablo. Eso creo.

Al mismo tiempo tengo ese estúpido miedo latente. Creo que es un pretexto para aplazarlo todo. Tengo que concentrarme y dejar de describir el presente sencillamente como lo estoy haciendo ahora. Tengo que sistematizar y complejizar el proceso creativo.

Bueno, pero de cualquier modo, recuperar un espacio, aunque sea virtual, tiene un significado positivo para mi psique.

También me gustaría poder concretar un texto, llegar quizás no a un final, pero más lejos que todos los párrafos anteriores que sólo hablan de qué nervioso estoy y qué poco puedo escribir.