Tuesday, November 4, 2014

El Huevo - Parte 1

No puedo creerlo cuando veo mi reflejo. Las gotas de sangre en el suelo vienen de mí. De mis nalgas que al voltear mi cabeza como la niña del exorcista, puedo ver en el espejo completamente barnizadas de sangre. La sábana está empapada; grumos, charcos de varios niveles de coagulación. Un desastre.

Esto me pasa por tomar tanto Glorurbs. Ahora tengo que preguntar sobre mi propio pasado lo cuál es, de algún modo, darle el control de mi destino a alguien más.

Pero no pasa nada de eso. Estoy listo para hurgar en mi mente mientras aprieto los dientes, aquí sentado tratando de explicarme qué pasó ¿De dónde ha salido esta sangre chiclosa?

Sin el más mínimo instinto policial, me meto a bañar y me hipnotizo viendo la sustancia viscosa  mezclarse con el agua y correr piernas abajo hasta la coladera. Me meto un poco los dedos entre las nalgas para ver si el flujo ha parado. Siempre he pensado que es raro lavarse agujeros en el cuerpo. Haces una cazuela con la mano y luego un movimiento de arriba abajo. Un chapoteo contenido.

Salgo del baño.

Estoy tan asustado que veo tintes púrpuras en el líquido. Me dan ganas, pero no me atrevo a lamerlo. Recojo las sábanas. Las echo a lavar. No quiero saber más de este asunto.


Han pasado dos días.

Estoy frente a un closet lleno de armas viejas colgadas de la pared, algunas cajas de municiones, uno que otro cartucho de energía, algunos "tubitos" como le llamo yo a esta arma para aturdir ladrones que tiene forma de tampón, sólo que es toda de vidrio negro, muy bonito, a excepción de la punta que tiene una pequeña ranura infraroja. Este aparato se apunta a los ojos de una persona (abiertos o cerrados) y si se logra sostener un segundo, la persona cae desmayada, babeando. Es un invento útil sólo en situaciones muy específicas. Me lo apunto directo al ojo, oprimo el botón. Caigo.

Le he dicho en mi mente mil veces que me encantan las medias negras apretando sus muslos. Me imagino sus pies y me dan ganas de lamerlos. Estoy pensando en ella, estoy en la tina y bebo chorros de Glorurbs de una mamila. De pronto me invade el terror. Es una extraña sensación en el vientre y creo que tiene que ver con la sangre que empieza a salir por debajo de mí. La sangre de nuevo. Pero además hay algo extraño. Me duele. Me empieza a doler más y más. Un objeto grisaceo se alcanza a distinguir desde las alturas infames donde me encuentro, viendo el agua de la tina como un océano y mi miembro ahí, mis manos moviéndolo hacia un lado para poder ver más de lo que, ahora me doy cuenta lleno de pánico, me está saliendo. Está saliendo de mí. Es un huevo. Es de metal. Algo está muy mal. Tiene que ver con lo que me dijeron en la fiesta de anoche. ¿O fue hace dos noches? Alguien me metió esto, o deben haber sido esas máquinas. Pero Alfredo me dijo que esas no existían todavía en México porque no había nadie con dinero para comprarlas. "Claro que lo hay" pienso yo. Yo mismo quizás podría robar un banco y sacar del dinero y pedir uno de esos estúpidos tatuajes, o mejor aún, pedir que jugaran la peor broma de mi vida: esto. Meterme un huevo metálico por el ano. Hacer que las máquinas lo crearan dentro de mí. Qué dolor. Qué absurdo. Debe haber otra respuesta.





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